viernes, 9 de julio de 2010

EL SILENCIO NO ES SALUD

En el día de hoy se cumplen 194 años de la Independencia de la República Argentina.

Creo que la importancia de la fecha excede largamente el "fin de semana largo" y que merece algunas consideraciones al respecto.

Ante todo, la noción de independencia parte de que en teoría nuestro país sería independiente de las potencias europeas que han avasallado en reiteradas oportunidades al territorio nacional.

La realidad nos lleva reflexionar que pese a los 194 años de historia como país independiente no ha habido importantes avances en lograr la declamada "autodeterminación" como "nación libre, justa y soberana".

Esta actitud, inducida culturalmente por muchos gobiernos ha degradado las fechas patrias hasta convertirlas solamente en un evento escolar digno de ser cubierto por las revistas que uno accedía cuando era niño.

Nuestros gobernantes deben comprender que la independencia no se declama, se la ejerce. Y se la ejerce garantizando la plenitud de los derechos constitucionales para todos los ciudadanos.

Es absolutamente intolerable que entrado el siglo XXI todavía se siga hostigando y persiguiendo a los que alzamos nuestra voz para defender los derechos civiles de un sector de la sociedad argentina.

Les guste o no les guste a ciertas personas que viven y gobiernan como si estuvieramos en la Argentina lopezrreguista de la década del setenta, quien escribe estas líneas lucha por el reconocimiento moral e histórico de todos los soldados que estuvimos defendiendo a la soberanía nacional desplegados en el Territorio Continental Argentino entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982.

Defender a la Patria no es una serie de palabras huecas, como si fueran las burdas promesas incumplidas de nuestros dirigentes en las campañas electorales.

La Patria es un concepto mucho más amplio que tal o cual coyuntura política, puesto que es el territorio donde una comunidad se desarrolla histórica, cultural y económicamente.Y la defensa de nuestro territorio nacional es la protección de nuestros seres queridos y de todo lo que nuestros antecesores han construido con su sacrificio y esfuerzo.

Lamentablemente, nuestra Patria se ha visto asolada por diversos sectores políticos o empresariales que en varias etapas históricas han llegado legal o ilegalmente al poder y que entran en un delirante estado de intoxicación y actúan como si fueran los creadores y dueños de la Nación Argentina.

En ese momento, todas las ideologías, proyectos y programas se igualan hacia abajo puesto que el gobernante se convierte en "sistema" y adopta una postura "conservadora" en el sentido más perverso del término.

Aquí no se habla de un "conservadurismo" político, me refiero a un conservadurismo retrógrado y anquilosado ejercido como una herramienta de poder para que nada cambie.

Y para preservar el status quo nace la necesidad de que los detentadores del mando deben ser reelectos en forma indefinida o se ven obligados a preparar a sus "delfines" para que sigan con el mandato para conservar sus privilegios y detener la lógica evolución de la estructura social.

Y en muchos casos, porque no pueden hacerle frente a los reclamos de la ciudadanía, no han dudado en aplicar el poder para acallar por medio de la violencia y la intimidación a todas aquellas voces que resultan inconvenientes para el gobierno de turno.

En este caso la presión se instrumenta por medio de la intimidación, la amenaza, las listas negras, o la abierta exclusión del sistema laboral para impedir el lógico desarrollo de un individuo y su plena inserción social.

Hace no tantos años, la sociedad argentina ha llegado a su máximo punto de intolerancia cuando avaló con su silencio cómplice las barbaridades cometidas por la dictadura militar la cual instaló uno de los sistemas represivos más brutales del siglo XX con la instauración del "terrorismo de estado" para aniquilar cualquier tipo de resistencia contra el sistema conservador imperante.

Pese a las sentencias de la Justicia Federal que han condenado a los oficiales de las fuerzas armadas argentinas a duras penas de prisión por los crímenes de lesa humanidad, ha sido una justicia incompleta puesto que aquí solamente se ha castigado al brazo ejecutor de las barbaridades cometidas en los campos de exterminio.

Todavía siguen impunes los sectores sociales minoritarios y reaccionarios que indujeron a la cúpula de las Fuerzas Armadas a tomar por asalto al poder y que no dudaron en vulnerar las instituciones democráticas el 24 de marzo de 1976 para imponer un régimen conservador que sería mantenido a sangre y fuego hasta después del conflicto de Malvinas.

No nos engañemos de que hasta el cadete de la Casa Rosada durante la dictadura tenía rango militar y que la Junta Militar aterrizó en un plato volador sobre el helipuerto de la Casa Rosada para sojuzgar a toda la ciudadanía.

Hubo una gran cantidad de civiles que formaron parte de este proceso bestial y sangriento que terminó llevando a la muerte a muchos argentinos.

Y estos personajes son los que incentivaron a los crímenes de lesa humanidad que ocurrieron en los centros ilegales de detención.

En consecuencia, por eso tienen la misma responsabilidad penal que aquellas bestias humanas que asesinaban, robaban, violaban y torturaban en los centros clandestinos de detención.

Esta incentivación fue hecha para mantener el "status conservador" de que nada cambie y que todo ciudadano que intente "cambiar" las cosas debería pagar con su vida el haber desafiado a un sistema que tiene como eje principal el fomentar las desigualdades sociales para enriquecer a determinados sectores de privilegio.

Y ese sistema fue el que nos llevó a la humillante derrota en la guerra por nuestras Islas Malvinas.

Es más, con estudiar sociológicamente a las de tropas fueron desplegadas en el archipiélago se puede hacer un manual sobre la lucha de clases argentinas.

Durante muchos años, las unidades dependientes del Primer Cuerpo de Ejército con sede en la Guarnición Militar Buenos Aires fueron las unidades de privilegio del Ejército Argentino.

Estas fuerzas contaban con los mejores equipos militares para afrontar cualquier tipo de tarea castrense, cosa que no pasaba con las guarniciones del interior de nuestra Patria.

Si vemos el organigrama de la fuerza terrestre desplegada en nuestras Islas Malvinas nos encontramos que el núcleo del Ejército Argentino consistió en la movilización de la Décima Brigada de Infantería Mecanizada con asiento en La Plata.

Y alrededor de la "X° Brigada" se reforzó a la guarnición militar de nuestras Islas Malvinas con soldados provenientes del norte del País, como el RI4 de Monte Caseros (la unidad de los Indios Bravos "Avá-Ñaró" de mi querido amigo Pablo Vicente Córdoba) y con diversas unidades que provenían del interior profundo de nuestra querida Argentina.

Tampoco hubo mucha coherencia por parte de los mandos militares, ya que el grueso de las tropas argentinas eran los soldados que fuimos reclutados por medio del derogado Servicio Militar Obligatorio que haciendo uso de una norma constitucional (usada por una dictadura que había sojuzgado a las instituciones democráticas) obligaba a los ciudadanos a la defensa de la Patria.

Como estábamos bajo mando militar en una tiranía, fuimos desplegados caprichosamente a lo largo y a lo ancho de las fronteras argentinas.

Ya sea en La Quiaca como en Ushuaia sin dar ningún tipo de explicaciones. De la misma manera que se seleccionó a los soldados que fueron movilizados a nuestras Islas Malvinas.

Son los responsables del régimen los que decidieron quien se despliega en el archipiélago y quién no.

Aquí no hubo el libre albedrío para ocupar tal o cual puesto de combate. Directamente se cumplía con lo que determinaba "la superioridad".

De hecho, la gran mayoría de los soldados que le pusimos el cuerpo al conflicto del Atlántico Sur fuimos los soldados conscriptos que estábamos bajo bandera o que fueron reincorporados conforme a las órdenes emanadas por la Junta Militar.

Los "señores de la vida y de la muerte" que habían "liberado" a nuestro país del "yugo marxista" y del "régimen peronista" para mantener a sangre y fuego los privilegios de ciertos grupos sociales rara vez aparecieron durante el conflicto armado de 1982 contra el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte.

La gran mayoría de los represores prefirió disfrutar del confort de sus flamantes hogares porteños y usufructuar de los privilegios brindados por el sistema conservador por haber contribuído con su brutalidad a la perpetuidad del régimen militar.

Total, el enfrentamiento con las tropas británicas iba a ser soportado por los ciudadanos reclutados por el Servicio Militar Obligatorio que provenían de diversos sectores del país.

Esta canallada, también incentivada por los sectores que no quieren que nada cambie, no solamente fue avalada por las Fuerzas Armadas.

Sino que con la caída del régimen militar los mismos sectores sociales discriminaron y condenaron al silencio a todos los que tuvimos que ver con el conflicto armado de 1982.

Nuestro crímen había sido perder una guerra y que por eso debíamos afrontar la eterna condena del perdedor social y el desprecio absoluto de los sectores que habían apuntalado a una dictadura vanidosa, cleptómana y sangrienta.

Y el peor castigo al que nos han sometido es el silencio, porque como culturalmente impusieron los comunicadores sociales de la dictadura "el silencio es salud" con el dedito autoritario de esa enfermera que coloca la falange sobre sus labios en un gesto imperativo que marcaría una época en nuestra cultura.

Esta actitud represiva le costó a nuestro país la muerte de más soldados que los que fallecieron durante el conflicto armado de 1982.

Por eso, ha llegado la hora de levantar la voz y de denunciar públicamente que en un país que se dice soberano y que ha adoptado el sistema de gobierno democrático, o sea que elige libremente a sus gobernantes por medio del sufragio universal, sigue violando los derechos humanos de los ex-soldados que defendimos al Territorio Continental Argentino a lo largo y a lo ancho de las fronteras de la Patria entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982.

Y es así, puesto que los ex-soldados nos encontramos comprendidos dentro de las leyes internacionales. Entre otros convenios, la República Argentina viola la Convención de Ginebra cuyo Protocolo I, Sección II, Artículo 43 dice:Sección II - Estatuto de combatiente y de prisionero de guerraArtículo 43

- Fuerzas armadas

1. Las fuerzas armadas de una Parte en conflicto se componen de todas las fuerzas, grupos y unidades armados y organizados, colocados bajo un mando responsable de la conducta de sus subordinados ante esa Parte, aun cuando ésta esté representada por un gobierno o por una autoridad no reconocidos por una Parte adversa.

Tales fuerzas armadas deberán estar sometidas a un régimen de disciplina interna que haga cumplir, inter alia, las normas de derecho internacional aplicables en los conflictos armados.

2. Los miembros de las fuerzas armadas de una Parte en conflicto (salvo aquellos que formen parte del personal sanitario y religioso a que se refiere el artículo 33 del III Convenio) son combatientes, es decir, tienen derecho a participar directamente en las hostilidades.

3. Siempre que una Parte en conflicto incorpore a sus fuerzas armadas un organismo paramilitar o un servicio armado encargado de velar por el orden público, deberá notificarlo a las otras Partes en conflicto.

Por eso, en el día de nuestra independencia nacional, considero que el mejor recordatorio para el nacimiento de nuestra Patria es alzar la voz para decir que sigue siendo una deuda moral e histórica por parte de la República Argentina la falta de reconocimiento moral e histórico para los ex-soldados que defendimos al Territorio Continental Argentino entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982 sin ningún tipo de discriminación geográfica o política.

Y que su negación constante, sigue siendo un acto absolutamente autoritario que solamente puede ser interpretado como una complaciente colaboración con los sectores más recalcitrantes y conservadores de la vida política argentina.

Aquellos que no dudaron en mandar a la muerte a miles de argentinos para que unos pocos sigan conservando sus privilegios construidos sobre la memoria de decenas de compatriotas que han dejado sus vidas o su salud para defender a la integridad de nuestra Patria o para intentar que algo cambie.

Cuando la República Argentina reconozca a los ex-soldados que defendimos al territorio nacional durante la gesta de Malvinas, podrá decir ante las naciones del mundo que es un país independiente y una nación que respeta plenamente las leyes internacionales.

Además podrá decirle al mundo que es una nación que se ha independizado del un conservadurismo hipócrita que ha demostrado a lo largo de la historia argentina que es capaz de violar los derechos humanos más fundamentales para impedir que algo cambie.

El mismo conservadurismo que nos ha condenado al silencio eterno por haber perdido una guerra y que nos llevara como carne de cañón descartable a los cuatro puntos cardinales de nuestra Patria.

Como ha llegado la hora de que esto cambie, creo que ha llegado el momento de decir basta y que la sociedad argentina comprenda que el silencio no es salud.


Jorge Adrián Rudi
Ex-soldado clase 1963

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