martes, 23 de marzo de 2010

UN FASTIDIO COSTOSO PARA GRAN BRETAÑA

Una disputa comercial estalla en el Atlántico sur.

Argentina plantea un antiguo reclamo por las Malvinas y lo lleva a la ONU.

Gran Bretaña dice váyanse de aquí, esto debe ser una broma.

Nadie lo toma en serio porque la guerra es inconcebible.

Downing Street esta más preocupada por la falta de popularidad en el ámbito nacional.

Eso fue en marzo de 1982.

También ocurrió la semana pasada.

Entonces, los diarios sensacionalistas recibieron el reclamo argentino con un "Métanselo en la Junta".

Ahora el tono es similar: llamaron a la presidente argentina Cristina Kirchner Reina Gresca y Vieja Cara de Plástico.

Entonces, hicieron falta nueve semanas de contra-invasión, con mil muertos y 3000 millones de libras de gastos, para que Gran Bretaña restaurara el status quo anterior.

La guerra de las Malvinas fue un fracaso catastrófico de la diplomacia y la disuasión.

Hoy, al menos, la guerra es improbable.

Gran Bretaña tiene casi tantos efectivos en las islas, 1.200, como los isleños que había en el momento de la invasión.

Está en guardia, y la última trifulca con Argentina es sólo por la llegada de una plataforma petrolera, la Ocean Guardian, a las aguas situadas al norte de Puerto Stanley.

Pero Argentina considera que los recursos submarinos están comprendidos en los términos de su antiguo reclamo por las islas, que la derrota de 1982 no ha invalidado.

La conquista militar no establece título legal.

Todo el que estudie la tortuosa historia y la legislación referida a las Malvinas sabrá que el reclamo de Argentina por las islas sin duda tiene fundamentos firmes. (...) La defensa de Gran Bretaña se basa en la "prescripción":

Que los británicos ocupan ininterrumpidamente las islas desde el siglo XIX (...)

Argentina no ha amenazado con emprender acciones militares con motivo de la Ocean Guardian ni la protesta de la presidente Kirchner responde necesariamente a una búsqueda de popularidad:

Las Malvinas no son un problema importante en la política de Buenos Aires.(...)

El derecho de autodeterminación de los isleños -desde hace mucho el obstáculo a cualquier acuerdo con Argentina- tiene que ser limitado.(...)

Los isleños sostienen que el costo de mantener su espléndido aislamiento puede solventarse con los ingresos que produciría el petróleo.

Pero ese petróleo no les pertenece.

En cuanto al petróleo que pueda haber más al sur, las deshabitadas Georgias del Sur y Orkneys del Sur difícilmente puedan reclamar "autodeterminación" para justificar que Gran Bretaña se apropie allí de rentas, que muchos en América del Sur consideran suyas.

Gran Bretaña tuvo mucha suerte al ganar la guerra de las Malvinas.

Si una ocupación naval de las Georgias del Sur no hubiese impedido una proyectada invasión posterior y si Estados Unidos no hubiese apoyado abierta y encubiertamente a la fuerza de tareas británica, la desesperada jugada de Thatcher podría haber fracasado y la ocupación argentina triunfado, como la toma de la Goa portuguesa por India que aquella pretendía imitar. (Incluso recibió el nombre de Plan Goa.)

Es improbable que esa guerra se repita.

Pero esto no puede permitirnos pasar por alto sus causas.

Las colonias lejanas son un anacronismo postimperial.

Gran Bretaña tendrá que negociar con la Argentina porque el mundo, ya sea en la ONU o en La Haya, insistirá en ello.

El gobierno y los medios pueden enterrar la cabeza en la arena, pero eso no hará que la disputa por las Malvinas desaparezca ni expiará la culpa por los muertos de la más tonta de las guerras hace un cuarto de siglo.

Elisa Carnelli

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