Es complejo el panorama nacional para el gobierno de Cristina Fernández.
Su elemento motor, la caja, se ha enflaquecido y la adhesión de los amigos ha mermado en consecuencia.
La promesa de una fuente de poder por parte de su ministro de economía devino en fiasco y la incorporación de las reservas al Fondo del Bicentenario parece cada vez más lejana.
Primero el presidente del Banco Central, luego la justicia, más tarde la oposición, impidieron que dichos fondos rejuveneciesen las arcas del gobierno.
En cierto modo fue una suerte para el mismo gobierno.
En su patológica imprevisión no pensaron que podían ser embargados y perder parte o el total de las reservas.
Ahora, todo parece complotarse en la paranoia presidencial.
Los paros docentes que se esperan para los próximos días en el inicio de las clases; las pérdidas de la mayoría en las cámaras y en las comisiones en el Congreso; el proceso inflacionario y el incremento de precios de la canasta familiar; los reclamos salariales consecuencia de dicho incremento y la consecuente efervescencia popular.
Todos elementos que ponen a la meteorología política en alerta naranja.
En tiempo de calamidades a los augures les urge encontrar algún signo esperanzador por el simple temor de que, hartos de malas nuevas, sus patrones lean el futuro en sus propias tripas.
Así que buscando, buscando, descubrieron que la plataforma de prospección "Ocean Gardian", que saliera de Escocia hace meses (algo que ignoraron todo este tiempo), estaría en pocos días perforando en Malvinas.
En estas condiciones los augures no tienen pruritos para presentar un escollo como si fuera "la isla de la fantasía".
Necesitado como está, el gobierno lo compró para incorporarlo como uno de sus planes alternativos, como una jugada maestra de su mente brillante.
Como están peleados con la historia no cayeron en la cuenta de que el mismo prospecto se lo vendieron a Leopoldo Fortunato Galtieri veintiocho años atrás.
Nadie puede hablar de Malvinas sin verlas a la luz de los sucesos de 1982.
La tentación de acallar problemas internos con conflictos externos no es nueva.
A algunos, como Margaret Thatcher, les dio resultados; a otros, como Galtieri, no.
La diferencia siempre está en que las fuerzas que cada uno dispone sean mayores que las del otro.
Cristina Fernández tiene hoy menos que Galtieri, aunque en teoría disponga más apoyo político y patrioteril, pero la realidad según Le Figaró es que ni siquiera puede hacer cumplir el decreto que firmó, por el que todas las embarcaciones que circulen entre el territorio continental y las islas tienen que pedir una autorización previa.
Según el Foreign Office es "común" que los países de América Latina den su apoyo verbal a la Argentina, pero, "a la hora de la verdad, nunca acompañan" los planteos sobre las islas.
En 1982 sólo Perú tuvo más que palabras de apoyo.Lo que queda de nuestras fuerzas armadas, es decir, un diez por ciento del remanente pos Malvinas; vehículos terrestres, aéreos y marítimos sin repuestos ni presupuesto para su mantenimiento; dotaciones sin entrenamiento suficiente, ni tecnología actual, ni motivación psicológica, no son para meterle miedo a nadie.
¿Alguien va a acatar las ordenes de quien ostente semejante respaldo? Los buques y aeronaves cruzan el sector sin mayores recaudos.
Sólo uno ha sido detenido en el puerto de Campana, por estar cargado de tubos para prospección petrolera.
No es que estuvieran destinados a la plataforma "Ocean Guardian", sino que son de Tenaris una de las empresas del grupo Techint, a quien sería bueno involucrar en cualquier operación mediática como vendido a Inglaterra.
Aún en este panorama bélicamente desalentador, hay quienes operan la idea de una nueva malvinización.
Un carnaval interno cargado de supuestas agresiones exteriores, en el que se podría exacerbar el patrioterismo nacional, quemar algunas banderas inglesas y norteamericanas, algunos locales de bancos o empresas transnacionales, provocar algunos muertos y lograr una adhesión de los más despistados, mientras nos victimizamos internacionalmente.
Desgraciadamente la estrategia es posible, aunque sus resultados sean inciertos, porque sin la posibilidad del enfrentamiento externo la única descompresión puede ser interior y de resultados funestos.
Algo que no preocupa a quienes se consideran jugados.
También suena a complicada una recuperación luego de un hecho de estas características.
La depresión pos Malvinas se cobró muchas más vidas que el conflicto aunque ese tipo de datos nunca llegan a la luz.
En este caso esa depresión sería aún mayor porque implicaría el reconocimiento de una pérdida definitiva, ya que nadie puede recuperar aquello por lo que no es capaz de luchar.
Algo que Martín Fierro sintetizó en: "sólo queda al disgraciao / lamentar el bien perdido."Volvemos a conceptos vertidos días atrás: un país sin relaciones exteriores ni fuerzas armadas no existe para el mundo.
Y el que no existe no puede reclamar derechos por la sencilla razón de que tampoco los puede hacer valer.
Son graves las pérdidas territoriales, pero más grave es, además de eso, perder la vergüenza porque esa no se vuelve a encontrar.
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